29.5.07


Manos acostumbradas a tejer

Mientras Luz Marbella Chire habla no puede evitar darle forma a un cogollo de moriche. Sin mirar lo que hace, con la atención puesta en la conversación, teje y desteje.

Las manos inquietas de esta mujer guariqueña se encargan de guiarla. Rápidamente arma un pequeño rectángulo del que sobresale una tira por arriba y por abajo. Las trenza y en pocos minutos tiene lista una figura que simula un arco, un arpa, o “no sé qué es, puede ser un adorno”, explica ella.

Con la amplia sonrisa que la caracteriza, Luz obsequia su particular creación. Como recompensa recibe elogios y un profundo agradecimiento por haber hecho brotar del cogollo de moriche tan apreciable detalle.

Luz posee unas manos acostumbradas a tejer chinchorros. Quizás por eso nunca las puede tener quietas, ni siquiera cuando conversa con alguien. Sus dedos siempre le reclaman movimiento.

En Corral de agua, un fundo al sur del estado Guárico, que más que fundo es un caserío, transcurren los días de Luz y su familia. Una familia que es amplia, tan amplia, como la sabana en la que está plantada desde que era niña.

A temprana edad –no recuerda cuántos años tenía– Luz perdió a su madre. Luego a su padre. Para ella mamá y papá son sus abuelos: Patricia Martínez de Chire y José Luis Chire. Él murió hace 15 años. Ella continúa firme ante la vida. Parca en la palabra. Plena de recuerdos. Tejiendo chinchorros de moriche e interminables afectos.

Las manos todavía fuertes de Luz Marbella, son una continuación de las manos débiles –pero igualmente productivas– de su abuela. Manos generosas que lo dan todo. Manos que no cesan de crear.

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